La iglesia de Santa Sofía, una de las más antiguas de la ciudad, representa un ejemplo característico de la arquitectura del periodo bizantino medio. Aunque desde fuera puede parecer modesta, su amplio interior alberga numerosos mosaicos y frescos con siglos de antigüedad, que merece la pena contemplar detenidamente.

La mayoría de los historiadores consideran que la iglesia se construyó en el siglo VIII, aunque hay algunas pruebas que indican que se construyó en el siglo XI. Podría ser incluso anterior a la iglesia homónima de Estambul. Las excavaciones han servido para descubrir restos de una basílica cristiana más antigua, además de un edificio romano, ambos edificados en el mismo sitio.

Santa Sofía era al principio una iglesia ortodoxa, que se convirtió en mezquita en el siglo XVI. Tras el gran incendio de 1917, se reconstruyó y recuperó su papel de iglesia cristiana.

Empieza admirando el exterior del edificio. Comprueba cómo los jardines y las palmeras que rodean la iglesia suavizan su aspecto austero. Entra a la iglesia y contempla su interior, dominado por una bóveda de 10 metros. El mosaico de la bóveda, del siglo IX, representa la Ascensión de Cristo.

Fíjate en otros mosaicos originales de la iglesia, algunos data del siglo VIII. En ese periodo, la representación de figuras religiosas estaba prohibida, por eso en los mosaicos encontrarás estrellas, cruces o textos. Echa un vistazo a los frescos del siglo XI, que están ilustrados con imágenes de distintos santos.

Reserva algo de tiempo para pasear por la plaza de Santa Sofía, situada en el lado noroeste de la iglesia. Si parte de tu viaje a Grecia se debe a un interés gastronómico, acércate a la pastelería Terkenlis y prueba su famoso "tsoureki", un tipo de bollo que se elabora con distintos sabores.

La iglesia de Santa Sofía abre todos los días y la entrada es gratuita. Recuerda que no está permitido el acceso a la iglesia con pantalones cortos o camisetas de tirantes.