El Castel Dell’Ovo o Castillo del Huevo se construyó en el siglo XV sobre el islote de Megaride frente a la ciudad de Nápoles. Este enclave fue importante tanto para la civilización griega como para la romana, que ocuparon este territorio. La primera estructura, que se construyó en el siglo XII, se ha renovado en numerosas ocasiones y, durante muchos siglos, ha seguido utilizándose como sede gubernamental. En la actualidad, se puede examinar la simpleza de las piedras, contemplar su edificación con dos torres y pasear alrededor de esta arquitectura del siglo XV. Aprende la historia de las personas que habitaron la zona en el museo de la prehistoria, que ocupa parte de este edificio.
El nombre del castillo hace referencia a una leyenda local. Según cuenta esta leyenda, el poeta Virgilio colocó un huevo mágico bajo los cimientos de piedra del castillo para salvaguardarlo de la destrucción. Siempre que el huevo permaneciera intacto, el castillo estaría a salvo.
Adéntrate en la sala de las columnas con su elegante suelo de piedra y sus columnas de gran tamaño. En el museo de la prehistoria se exhiben exposiciones de forma habitual sobre las civilizaciones antiguas que vivieron en la zona. Por ejemplo, pueden encontrarse cerámicas, ropa y otros objetos de la vida cotidiana de estas civilizaciones. Las dos torres (Torre Maestra y Torre Normanna) ofrecen unas excelentes vistas de Nápoles y todo el monte Vesubio. Observa los antiguos cañones frente a las murallas de las torres.
El castillo está comunicado a través de un paso elevado a 100 metros de altura, lo que lo convierte en un lugar popular para realizar fotos, sobre todo para los recién casados de la zona.
El Castel Dell’Ovo abre de lunes a sábado. La entrada al castillo es gratuita. Los precios del museo de la prehistoria varían en función de la exposición. Toma un autobús local en la costa con dirección a Santa Lucía y adéntrate en el paso elevado. A la hora de almorzar, pasea alrededor de las casas de los antiguos pescadores en la zona de Borgo del Marini. Estas angostas calles que rodean el castillo ahora están repletas de pequeños restaurantes especializados en pescados y cafeterías.