El destino que nos ocupa se hizo célebre por la obra de teatro de Edmond Rostand, “Cyrano de Bergerac”. Al contrario de lo que suele creerse, el escritor libertino que fue la inspiración para el protagonista de la obra, Savinien de Cyrano de Bergerac, nunca puso un pie en esta ciudad. A pesar de ello, este héroe romántico incorregible que mezclaba estilo, valentía y capacidad de sacrificio, consiguió convertirse en símbolo de Bergerac. Prueba de ello son las dos estatuas erigidas en su honor, que puedes visitar en la Plaza de la Myrpe y la Plaza Pélissière.
Construida a orillas del Dordoña, la ciudad cuenta con una historia y un patrimonio fuertemente unidos a este río. El Museo de la Ciudad, cerca de la Plaza Pélissière, en la zona peatonal del centro, proporciona información sobre Bergerac, su desarrollo y la región en la que se encuentra.
Si eres de los que buscan el agua allá adonde van, puedes explorar Bergerac a bordo de una de las embarcaciones tradicionales de casco plano conocidas como “gabarres”. Hay varias rutas para visitar las bonitas aldeas que recorren el curso del Dordoña, así como una reserva natural donde contemplar la fauna salvaje local, que incluye ejemplares de garza, martín pescador y nutria roedora.
Bergerac también acoge el Museo del Tabaco, situado en la Plaza du Feu, aunque, como dicen en la oficina de información turística, “el Museo del Tabaco no anima a fumar y tampoco es solo para fumadores”. Las exposiciones se organizan en una casa de campo del siglo XVII que bien merece una visita, especialmente si te gustan los edificios antiguos.
Los aficionados al vino y a la gastronomía deberían reservar ya mismo uno de los paquetes de vacaciones en Bergerac. La ciudad se encuentra en el corazón del Périgord Pourpre, que se llama pourpre, o carmesí, por el color de las hojas de las viñas en otoño, y se extiende por 12.600 hectáreas de viñedos aproximadamente, en las que se reconocen doce denominaciones de origen. Con vinos de renombre, queso de cabra, fuagrás y trufas de Périgord, los viajes a Bergerac siempre dejan el paladar bien satisfecho, ya sea en los mercados agrícolas de la ciudad y su entorno, o en uno de los viñedos.