Vivo en Kioto, una ciudad que realmente amo. Es porque Kyoto me recuerda algo que había olvidado. En las prisas de la vida cotidiana, a menudo me encuentro persiguiendo comodidad y conveniencia. Hay algunos lugares que visito en momentos como ese: lugares que me gustan. Un jardín tranquilo rodeado de árboles, y un templo de quinientos años de antigüedad lleno de historia y tradición me dan la bienvenida. Casi no hay gente alrededor. El agua que fluye, los pétalos que caen, los jardines cubiertos de musgo, todas estas bellezas simples me hacen hacer una pausa y notar lo que he pasado por alto. Kioto silencioso toca el alma. Este es el Kyoto que quiero compartir con mis invitados, no solo los famosos monumentos, sino los santuarios ocultos donde el corazón puede respirar. Todo lo que tienes que hacer es ponerte del lado de la naturaleza. Estoy seguro de que sentirás el corazón de Kyoto a través de estos encuentros.