En uno de los barrios históricos de la ciudad, junto a la Basílica de San Juan de Letrán, la “Mater et Caput” de todas las iglesias de Roma y del mundo, se alza el Palacio de Letrán, sede papal y residencia oficial de los Papas durante muchos siglos.

Dañado varias veces a lo largo de los siglos, por terremotos, asaltos e invasiones, y puntualmente restaurado, fue devastado por un incendio en 1308: así, al regresar el papado a Roma en 1377 tras el “exilio de Aviñón”, los papas fijaron su residencia en el Vaticano.

Aunque ya no esté habitada, seguirá conservando intacta su prerrogativa de Patriarchium, es decir, la Casa del Obispo de Roma; de hecho, todos los Papas elegidos al trono de Pedro han celebrado siempre su toma de posesión en la Basílica de San Juan de Letrán.